EL HOMBRE, 1 - PowerPoint PPT Presentation

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EL HOMBRE, 1

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EL HOMBRE, 1 CRE 61 de 83 San Juan Cris stomo, Serm n sobre el G nesis 2, 1: Cu l es, pues, el ser que va a venir a la existencia rodeado de semejante – PowerPoint PPT presentation

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Title: EL HOMBRE, 1


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EL HOMBRE, 1
CRE 61 de 83
San Juan Crisóstomo, Sermón sobre el Génesis 2,
1 Cuál es, pues, el ser que va a venir a la
existencia rodeado de semejante consideración? Es
el hombre, grande y admirable figura
viviente, más precioso a los ojos de Dios que la
Creación entera es el hombre, para él existen el
cielo y la tierra y el mar y la totalidad de la
Creación, y Dios ha dado tanta importancia a su
salvación que no ha perdonado a su Hijo único por
él. Porque Dios no ha cesado de hacer todo lo
posible para que el hombre subiera hasta Él y
se sentara a su derecha.
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CCE 362 La persona humana, creada a imagen de
Dios, es un ser a la vez corporal y espiritual.
El relato bíblico expresa esta realidad con un
lenguaje simbólico cuando afirma que Dios formó
al hombre con polvo del suelo e insufló en sus
narices aliento de vida y resultó el hombre un
ser viviente (Gn 2, 7).
A menudo, el término alma designa en la Sagrada
Escritura la vida humana o toda la persona
humana. Pero designa también lo que hay de más
íntimo en el hombre y de más valor en él,
aquello por lo que es particularmente imagen de
Dios alma significa el principio espiritual en
el hombre (CCE 363).
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EL HOMBRE, 3
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El alma es inmortal porque es inma- terial y no
puede sufrir corrupción. Es la sede de las
potencias superio- res (inteligencia, voluntad)
gracias a las cuales el hombre goza de
la libertad.
El hombre es capaz, por su alma, de las cosas
superiores en el espíritu, como son el amor a
Dios y a lo creado, el entendimiento de lo
que conoce por los sentidos y de las realidades
de la fe...
La Iglesia enseña que cada alma espiritual es
directamente creada por Dios. El alma no es
producida por los padres, y es inmortal.
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Gaudium et spes 14 No es lícito al hombre
despreciar la vida corporal, sino que, por el
contrario, tiene que considerar su cuerpo bueno y
digno de honra, ya que ha sido creado por Dios y
que ha de resucitar en el último día.
CCE 364 El cuerpo del hombre par- ticipa de la
dignidad de la imagen de Dios es cuerpo humano
precisamen- te porque está animado por el
alma espiritual, y es toda la persona huma- na la
que está destinada a ser, en el Cuerpo de Cristo,
el templo del Espíritu.
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El cuerpo, en su masculinidad y feminidad,
está llamado desde el principio a convertirse
en la manifestación del espíritu. También
mediante la unión conyugal del hombre y de la
mujer, cuando se unen formando una sola carne
(Juan Pablo II, Audiencia general, 22.10.1980).
Mediante esta unidad, el cuerpo, en su
masculinidad y femini- dad, asume el valor de
signo -signo en cierto sen- tido- sacramental
(Idem).
Mientras para la mentalidad maniquea el cuerpo y
la sexualidad constituyen, por decirlo así, un
antivalor, para el cristianismo, en cambio,
ambos permanecen siempre como un valor no
suficien- temente apreciado (Idem).
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CCE 365 La unidad del alma y del cuerpo es tan
profunda que se debe considerar al alma como la
forma del cuerpo es decir, gracias al alma
espiritual, la materia que integra el cuerpo es
un cuerpo humano y viviente en el hombre,
el espíritu y la materia no son dos naturalezas
unidas, sino que su unión constituye una única
naturaleza.
Cuando el hombre muere, se produce la separación
de estos dos principios huma- nos el cuerpo, que
se descompone pau- latinamente separado del alma,
y el espí- ritu, que no puede sufrir
descomposición y queda en un estado autónomo.
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CCE 1022 Cada hombre, después de morir, recibe
en su alma inmortal su retribución eterna en un
juicio particular que refiere su vida a
Cristo, bien a través de una purificación,
bien para entrar inmediatamente en
la bienaventuranza del cielo, bien
para condenarse inmediatamente para siempre.
San Juan de la Cruz, Avisos y sentencias 57 A
la tarde te examinarán en el amor.
El alma no perece cuando se separa del cuerpo en
la muerte, y se unirá de nuevo al cuerpo en la
resurrección final (CCE 366).
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El primer hábitat que Dios dispensa al hombre es
un jardín un lugar especial- mente adecuado y
maravilloso para el disfrute de todo lo creado.
Gn 2, 15 El Señor Dios tomó al hombre y le
colocó en el jardín de Edén para que lo trabajara
y lo cuidara.
La realidad humana del trabajo aparece desde el
instante en que Dios coloca al hombre en el Edén
y le encarga su custodia y su atención. Aparece
antes del pecado original el hombre es
creado para trabajar. El hombre nace para
trabajar, como las aves para volar (San
Josemaría, Amigos de Dios 57).
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CCE 378 Signo de la familiaridad es el hecho de
que Dios lo coloca (al hombre) en el jardín.
(...) El trabajo no le es penoso, sino que es la
colaboración del hombre y de la mujer con Dios en
el perfeccionamiento de la creación visible.
CCE 2428 En el trabajo, la perso- na ejerce y
aplica una parte de las capacidades, inscritas en
su natu- raleza. El valor primordial del
tra- bajo pertenece al hombre mismo, que es su
autor y su destinatario.
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A partir de la caída de nuestros primeros padres,
el trabajo viene asociado al cansancio, a la
fatiga. A partir de ese momento, la vida
del hombre se separa de la voluntad de Dios y las
realidades de su vida no estarán siempre
plenamente integra- das en la vocación humana y
sobre- natural del hombre al amor de Dios.
Dios destinó a los primeros padres de la raza
humana, y en ellos a todos los hombres y mujeres
que vendrían, a la felicidad. Sólo
la desobediencia al precepto divino es causante
de la dificultad con que se encuentra el hombre
para llegar a ella.
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CCE 2427 El trabajo honra los dones del Creador
y los talentos recibidos. Puede ser también
redentor. Soportando el peso del tra- bajo, en
unión con Jesús, el carpintero de Nazaret y el
crucificado del Calvario, el hombre colabora en
cierta manera con el Hijo de Dios en su obra
redentora. (...) El trabajo puede ser un medio
de santificación y de animación de las realidades
terrenas en el espí- ritu de Cristo.
El trabajo nace del amor, manifiesta el amor,
se ordena al amor (San Josemaría, Es Cristo
que pasa 48).
San Josemaría el trabajo es el quicio de
nues- tra santificación (cfr. Amigos de Dios 81).
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CCE 374 El primer hombre fue no solamente
creado bueno, sino también constituido en la
amistad con su creador y en armonía consigo mismo
y con la creación en torno a él amistad y
armonía tales que no serán superadas más que por
la gloria de la nueva crea- ción en Cristo.
Adán y Eva fueron constituidos en un estado
de santidad y de justicia original. Esta gracia
de la santidad original era una participación de
la vida divina (CCE 375).
CCE 367 A veces se acostumbra a distinguir
entre alma y espíritu. Así San Pablo ruega para
que nuestro ser entero, el espíritu (...), el
alma y el cuerpo sea conservado sin mancha hasta
la venida del Señor (1 Ts 5, 23). La Iglesia
enseña que esta distinción no intro- duce una
dualidad en el alma. Espíritu significa que el
hombre está ordenado desde su creación a un fin
sobrenatural, y que su alma es capaz de ser
elevada gratuitamente a la comunión con Dios.
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Adán y Eva fueron elevados al orden
so- brenatural, que consiste en la
participa- ción en la vida divina tienen así un
des- tino sobrenatural, que quiere decir
supe- rior a su capacidad por naturaleza.
Dones preternaturales
CCE 376 Por la irradiación de esta gracia,
todas las dimensiones de la vida del hombre
estaban fortalecidas. Mientras permaneciese en la
intimidad divina, el hombre no debía ni morir ni
sufrir. La armonía interior de la persona humana,
la armonía entre el hombre y la mujer, y, por
último, la armonía entre la primera pareja y
toda la creación constituía el estado llamado
justicia original.
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Así, además de la elevación al orden
sobrenatural, nuestros prime- ros padres gozaban
de los dones preternaturales, no exigidos por la
naturaleza, pero congruentes con ella la
perfeccionaban en línea natural. Concretamente,
estos dones suponían que no había muer- te, ni
sufrimientos, las pasiones humanas estaban
dominadas por la inteligencia, y la voluntad se
movía derechamente al bien.
Los dones preternaturales acompañan y son un
reflejo de los dones sobrenaturales, como se pone
de manifiesto en que con el pecado desapa- recen
ambos.
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