Title: ANTIGEDAD PAGANA, 1
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El cristianismo nació y se desarrolló dentro del
marco político-cultural del Imperio romano.
Durante tres siglos, el Imperio pagano persiguió
a los cristianos, porque su religión
repre- sentaba otro universalismo y prohibía a
los fieles rendir culto religioso al soberano.
La expansión del Cristianismo en el mundo antiguo
se acomodó a las estructuras y modos de vida
propios de la sociedad romana. La Roma clásica
promovió la difusión de la vida urbana. Así
las ciudades fueron sede de las primeras
comunidades, que constitu- yeron en ellas
iglesias locales.
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Las comunidades cristianas estaban rodeadas de un
entorno pagano hostil, que favorecía su cohesión
interna y la solidaridad entre sus miembros. La
comunión y la comunicación entre esas
comunidades eran reales y todas tenían un vivo
sentido de hallarse integradas en una misma
Iglesia universal, la única Iglesia fundada por
Jesucristo.
Muchas iglesias del siglo I fueron fundadas por
los Apóstoles y permanecieron bajo su autoridad,
diri- gidas por un colegio de presbíteros que
ordenaba su vida litúrgica y disciplinar. A
medida que los Apóstoles desaparecieron, se
generalizó en todas par- tes el episcopado local,
que ya se había introducido desde un primer
momento en otras iglesias particula- res. El
obispo, sucesor de los Apóstoles, poseía
la plenitud del sacerdocio y potestad de gobernar.
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La clave de la unidad de las iglesias dispersas
por el orbe, que las integraba en una sola
Iglesia universal, fue la institución del
Prima- do romano. El Primado conferido por Cristo
a Pedro no era una institución efímera y
circunstancial, destinada a extinguirse con
la vida del Apóstol. Era una institución
permanente válida hasta el fin de los tiempos.
Pedro fue el primer obispo de Roma y
sus sucesores en la Cátedra romana fueron
también sucesores en la prerrogativa del
Primado la constitución jerárquica de la Iglesia
ha sido querida para siempre por Jesucristo.
La Iglesia romana es centro de unidad de
la Iglesia universal.
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La historia permite documentar, desde la
primera hora, tanto el reconocimiento por las
demás igle- sias de la preeminencia de la iglesia
romana, co- mo la conciencia que los obispos de
Roma tenían de su Primacía sobre la Iglesia
universal.
- Siglo I grave problema interno en el seno de
la comunidad de Co- rinto el Papa Clemente I
interviene con autoridad la carta escrita por él
prescribe aquello que procedía hacer y exige
obediencia a sus mandatos. Es significativa
también la acogida respetuosa y dócil de la
iglesia de Corinto a la intervención
pontificia. - Siglo II San Ignacio de Antioquía
( 110) la Iglesia romana es la Iglesia puesta
a la cabeza de la caridad. San Ireneo (Contra
las herejías, a. 185) la Iglesia de Roma tiene
preeminencia y es crite- rio seguro para el
conocimiento de la verdadera doctrina de la fe.
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Hasta el siglo IV la gran mayoría de los fieles
no eran hijos de padres cristianos, sino personas
nacidas en la gentilidad que se convertían a la
fe de Jesucristo. El bautismo constituía
entonces el coronamiento de un dilatado proceso
de iniciación cristiana.
Este proceso, comenzado por la conversión,
proseguía a lo largo del catecumenado, tiempo de
prueba y de instrucción catequética, instituido
de modo regular desde finales del siglo II.
La vida litúrgica de los cristianos tenían
su centro en el Sacrificio Eucarístico se
ofrecía por lo menos el día del domingo, bien en
una vivienda cristiana -sede de alguna iglesia
do- méstica-, o bien en los lugares destinados
al culto, que comenzaron a existir desde el siglo
III.
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Las antiguas comunidades cristianas esta- ban
constituidas por toda suerte de perso- nas, sin
distinción de clase o condición judíos y
gentiles, pobres y ricos, libres y esclavos,
propagadores del Evangelio en todos los ambientes.
Cierto que la mayoría de los cristianos de los
primeros siglos fueron gentes de humilde
condición (Celso se mofaba de los
tejedores, zapateros, lavanderos y otras gentes
sin cultura). Pero, desde el siglo I,
personalidades de la aristocracia romana
abrazaron el Cristianismo dos siglos más tarde
este hecho revestía tal amplitud que uno de los
edictos persecutorios del emperador Valeriano
estu- vo dirigido especialmente contra los
senadores, caballeros y funcio- narios imperiales
que fueran cristianos.
7ANTIGÜEDAD PAGANA, 7
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La estructura interna de las comunidades
cristianas era jerárquica el obispo estaba
asistido por el clero, cuyos grados superiores
-presbíteros y diáconos- eran, como el
episcopado, de institución divina. Clérigos
menores, asignados a determinadas funciones
eclesiásticas, apa- recieron en el curso de estos
siglos.
Los fieles que integraban el Pueblo de Dios eran
en su inmensa mayoría cristianos corrientes.
En la edad apostólica hubo numerosos
carismáticos para servicio de la Iglesia
recibieron dones extraordi- narios del Espíritu
Santo. Constituían un fenómeno transitorio que se
extinguió prácticamente en el primer siglo de la
Era cristiana.
8ANTIGÜEDAD PAGANA, 8
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Mientras duró la época de las persecuciones,
gozaron de un especial prestigio los confesores
de la fe.
Otros cristianos con una particular condición en
el seno de las iglesias las viudas (atendían a
ministerios con mujeres) los ascetas y
las vírgenes (abrazaban el celibato por amor del
Reino de los Cielos).
Prueba externa de las persecuciones, pero también
prueba interna de las herejías. Pueden dividirse
en tres grupos 1) Judeo-cristianismo herético
2) fanático rigorismo moral (ej. Montanismo) 3)
herejía gnóstica (ej. Marción).
9ANTIGÜEDAD PAGANA, 9
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La libertad le llegó a la Iglesia cuando apenas
se habían extinguido los ecos de la última gran
persecución (Diocleciano, 305). Un primer
edicto fue el de Galerio, en el 311 no concedía
a los cristia- nos plena libertad religiosa, sino
tan sólo una cautelosa tolerancia.
El tránsito de la tolerancia a la libertad
religiosa se produjo con rapidez, y su autor
principal fue el emperador Constantino. En el
313, los empe- radores Constantino y Licinio
otorgaron el lla- mado Edicto de Milán era una
nueva directriz política fundada en el pleno
respeto a las opcio- nes religiosas de todos los
súbditos del Imperio, incluidos los cristianos.
La Iglesia, reconocida por el poder civil,
recuperaba sus lugares de culto y propiedades de
que hubiera sido despojada.
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El avance del cristianismo no se interrumpió tras
la muerte de Constantino, si se exceptúa el
frustrado intento de restauración pagana por
Juliano el Apóstata ( 363). Los demás
emperadores, incluso los que simpatizaron con la
herejía arriana, fueron resueltamente contrarios
al paganismo.
La evolución religiosa se cerró por obra del
emperador Teodosio (378-395) la constitución
Cunctos Populos, pro- mulgada el 28.02.380,
ordenó a todos los pueblos la adhesión al
Cristianismo católico, a partir de ahora única
religión del Imperio.
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La libertad de la Iglesia permitió un ejercicio
más efectivo del Pri- mado de los Papas sobre la
Iglesia universal. Los grandes pontífices de los
siglos IV y V -Dámaso, León Magno, Gelasio- se
esforzaron por definir el fundamento dogmático
del Primado romano los Papas son los legítimos y
exclusivos sucesores de Pedro.
A partir del siglo IV, el ejercicio del
Primado romano sobre las iglesias occidentales
fue muy intenso.
En Oriente, el concilio de Sárdica
(343-344) sancionó el derecho de cualquier obispo
del orbe a recurrir, como instancia suprema,
al Pontífice romano.
12ANTIGÜEDAD PAGANA, 12
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Bajo el Imperio romano-cristiano se reunieron
grandes asam- bleas eclesiásticas concilios
ecuménicos o universales. Ocho tuvieron lugar
entre los siglos IV y IX. Los cuatro pri- meros
tienen particular importancia Nicea I (325),
Constan- tinopla I (381), Éfeso (431), Calcedonia
(451).
a
Su convocatoria procedió de ordinario del
emperador. En va- rios la convocatoria imperial
fue promovida por una iniciati- va pontificia.
Los legados papales ocupaban un lugar de ho- nor
en la aula conciliar.
b
Después de Calcedonia, postura del Oriente
cristiano ante Roma atribución al Papa de la
primacía de honor en toda la Iglesia
reconocimiento de su autoridad en el terreno
doctri- nal pero no potestad disciplinar ni
jurisdiccional sobre las iglesias orientales.
c