Title: Sin ttulo de diapositiva
1VII. 4. Hugo Van der Goes, Memling y Gerard David
2Junto a los hermanos Van Eyck y a Van der Weyden,
destaca la figura de Hugo Van der Goes (h.
1440-1482), el discípulo de Van der Weyden con
más personalidad y fuerza, llena de dinamismo,
que rompe con el estatismo característico de los
anteriores flamencos. Van der Goes es uno de los
artistas de esta escuela de los que más se sabe
(de los anteriores flamencos, en general, sabemos
muy poco). Tuvo una brillante carrera artística
en las opulentas ciudades flamencas de Brujas y
Gante. Cuando tenía apenas 38 años, en plena
madurez y apogeo, decidió ingresar como lego en
un monasterio, en el que vivió sus últimos cuatro
años de su vida, continuando su labor pictórica
-realizando algunas de sus obras más
sobresalientes- obsesionado por sentimientos de
culpabilidad y ataques de melancolía, accesos de
depresión que incluso le llevaron a intentar el
suicidio. Su arte refleja una gravedad e
intensidad, que transparenta su propia
personalidad.
Entre sus más notables obras destaca La muerte de
la Vírgen (aproximadamente del año 1480, cuando
ya había ingresado como hermano lego). Junto al
movimiento de las figuras en torno a la Virgen
-que le supondría un evidente esfuerzo (podemos
comparar su trabajo con el del maestro de
Estrasburgo)-, nos impresiona la manera tan
admirable con que ha representado el artista las
diversas reacciones de los Apóstoles ante el
acontecimiento que están viviendo, que va desde
el más profundo dolor, como se aprecia en el que
está a sus pies, que no se atreve a tocar con sus
manos los pies de María, y ni siquiera a mirar su
cuerpo ya muerto -representado con una paz y
piedad infinita-, hasta la resignación o
desesperanza.
3La obra se aprecia mejor en grande, y así se
puede apreciar mejor las expresiones de Cristo y
los ángeles, o del apóstol que está junto a la
cabecera, en quien se aprecia una alegría
asombrada, cuya mirada parece contemplar el alma
de María que asciende junto a Cristo -que espera
a su Madre con los brazos abiertos, mostrando sus
llagas y como esperando para abrazarla-, alma que
en esta ocasión no ha sido representada, aunque
sin duda sugerida.
4Van der Goes. Tríptico Portinari (1476-79),
cerrado (con la escena de la Anunciación en
grisalla -como si de una escultura se tratara- y
abierto, con los donantes presentados por sus
patronos en las tablas de la derecha y la
izquierda -magníficos retratos familiares-,
arrodillados ante la escena central de la
Adoración de los pastores, que el autor recrea
con magistral y poderosa personalidad. Esta
soberbia composición, hoy en la Galería de los
Uffizi de Florencia, pertenecía a un comerciante
florentino, y su presencia en la capital toscana
impresionó vivamente a los artistas que vivían en
esta ciudad en la segunda mitad del XV.
5Ese espíritu medieval, que no duda en emplear
distintas proporciones en sus personajes y
numerosos objetos simbólicos, no está exento de
un dominio de la realidad verdaderamente
asombroso, como bien se aprecia en el maravilloso
detalle de la derecha.
6Hans Memling representa el lado más amable y
suave de la pintura flamenca. De origen alemán,
se estableció en Brujas, cuando la ciudad
comenzaba a perder su posición privilegiada a
favor de Amberes, aunque ello no le impidió gozar
de una posición privilegiada, merced a los
numerosos encargos que recibía. Murió en 1494,
dejando una obra muy extensa. Profundamente
influido por Van der Weyden, estaba considerado a
principios del siglo XX como el más brillante
representante de la pintura flamenca del XV. Hoy
no merece un puesto tan destacado entre la
crítica, obviando su presencia autores tan
destacados como Janson. Memling cuidará, con un
esmero similar al de su maestro, la composición
rítmica de las líneas que definen las posturas de
sus personajes, ejecutadas con una deliciosa
delicadeza, lindante con el amaneramiento.
7La elegancia y dulzura de sus personajes, ajenos
a toda nota trágica, se hará presente también en
temas que, como en el Cristo a la Columna, tras
la flagelación (c. 1485-90, Colección Mateu,
Barcelona, 58,8 x 34,3 cm), parecían exigir un
dramatismo mayor, como lo demuestra también la
presencia de los instrumentos de la pasión,
echados por el suelo. La Verónica (c. 1483),
perteneciente al ala derecha del díptico de San
Juan y la Verónica, otra de estas obras
exquisitas del pintor de Brujas, de pequeño
tamaño (31,2 x 24,4 cm) como muchas de sus obras.
8La tradición agradable y delicada de Memling será
heredada por su discípulo Gerard David, nacido
cerca de Utrech entre 1450 y 1460, que ingresó en
el gremio de pintores de Brujas el año 1483,
donde desarrollará toda su actividad. Es uno de
los últimos representantes de esa gran generación
del XV (aunque falleció ya entrado el XVI en
1523, pero que, por la evidente unión que
mantiene con los anteriores, incluiremos en este
apartado, junto a unos pocos más que trabajan ya
a principios del nuevo siglo El Bosco, Patinir y
Grunewald, estrechamente vinculados con los
primitivos flamencos), actividad en el nuevo
siglo que permite comprender la presencia de
evidentes italianismos en su obra, mucho mayores
que los que encontraremos en los otros tres
autores que acabamos de mencionar. David, El
descanso en la huida a Egipto, 1510 . Se aprecia
bien la influencia de Memling, y también la
importancia del paisaje y el mayor naturalismo de
los pliegues.
9David, Tríptico de Jan des Trompes, c. 1505. La
presencia de los retratos de los que encargaron
la obra -a ambos lados de la escena central- en
un tamaño aún mayor que el de Cristo, permite
valorar la importancia cada vez mayor de este
género