Title: Reflexiones sobre la Ascensi
1Reflexiones sobre la Ascensión del Señor por la
Sierva de Dios Madre Mercedes de Jesús, Monja
Concepcionista de Alcázar de San Juan
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2El amor y la bondad del Padre nos ha sacado de
las tinieblas para trasladarnos al Reino de luz
de su Hijo querido.Reinado de paz, de
mansedumbre, de amor, de misericordia. Reinado
que ya ha establecido el Señor nuestro Dios, en
los que le aman sin temer la muerte. En los que
vencen al mundo y el pecado en virtud de la
sangre del Cordero.
3El Padre nos creó con la misma vocación que
María, para ser conformes a la imagen de su Hijo.
Del Hijo que nació en una cueva de animales y
murió desnudo en una Cruz. Del mismo Hijo que
tiene ahora glorioso a su derecha, pero que
tiene las marcas de su crucifixión
4De este modo nos quiere recibir el Padre en el
cielo, con las señales de la obediencia, de la
esforzada oración, del ayuno, del cansancio,
del sufrimiento de su Hijo, para ser, en
verdad, conformes a Él, conformes a como está
en el cielo.
Luego, estas marcas se nos volverán gloriosas
como las suyas.Pero así hemos de ir al Padre.
5María lo entendió y, cuando se ausentó su Hijo
después de la Ascensión, continuó dedicando su
vida, en sacrificio, en oblación y en oración,
por nosotros, los redimidos.Así asistió a la
formación y crecimiento de la Iglesia de su
Hijo.
6La oración fue la forma de asistencia a la
Iglesia que Cristo confió a la nueva Eva, María,
al irse al cielo.Modo eficaz impulsado por el
Espíritu Santo, que vivió dentro de María de
modo único, y que absorbió toda esta última
etapa de la vida de la Virgen.
7Miremos que Dios tiene ojos de eternidad, y
nosotros muy de tierra, y hemos de cambiarlos
para agradarle, para dejarnos amar por Él, como
se dejó María.
Quién comprenderá la grandeza de nuestro Dios,
único ser digno de ser amado por Sí mismo? Ante
tan inefable inmensidad, lo más acertado es
callar, orar, amar, adorar.
8Para entender un poquito de esto, tenemos que
figurarnos que entramos dentro de ese Ser
inmenso, que al mismo tiempo es recinto amoroso,
entrar en la profundidad divina para encontrar el
lugar donde nacimos en Dios. Hemos de situarnos
dentro de su misma entraña, dentro de ese Seno
acogedor y manantial de bienes, que es el Padre,
que es fuego, deleite, amor, Vida, para
encontrarnos y encontrar nuestro Origen.
9Allí, en ese Seno divino que comunica bienestar,
gozo, serenidad, armonía, paz. Donde se respira
un silencio divino, que origina el dominio que
Dios tiene de todo y de Sí. Silencio divino que
deleita y enamora porque tiene vida, que
refrigera al espíritu y lo llena de dulzura, de
ansias de santidad, de ansias de Dios.
10Silencio para no obstaculizar la corriente
vital que hay entre el Creador y la Criatura.
Entre el Creador, Autor de todos los bienes, y
la criatura que retiene en su ser esos bienes
por la vida de gracia restaurada por Cristo.
Fidelidad a ella para vivir intensamente la Vida
de Dios.
11Seamos fieles a esa llamada constante de Dios o
atracción de nuestro ser hacia el de Dios, que
la provocan los mismos bienes divinos que emanan
de Él y que comunica. Éste es el lenguaje de
Dios. Esos bienes divinos son los que nos
impulsan desde dentro en un retorno amoroso hacia
Dios, hacia nuestro Principio.
12Aprendamos de Jesús que nos hizo partícipes de lo
que más quería su Padre. La Liturgia nos lo
recuerda Asciendo a mi Padre y nuestro Padre,
al Dios mío y Dios vuestro. Silencio, pues,
profundo en nuestra vida y amor, para vigorizar
nuestra comunicación con Dios, nuestro Origen, y
con los hermanos.
13Cristo nos ha precedido con su Resurrección y
Ascensión a ese país de la inmortalidad. Que
vivamos, que luchemos, que trabajemos buscando
en todo ese rostro de Dios.