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Diapositiva 1

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Ya no queda m s que padecer a Cristo pero a su Madre si. En este tremendo drama de la Pasi n de Jes s, se nos presenta en escena un hombre bueno, Jos de Arimatea. – PowerPoint PPT presentation

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Title: Diapositiva 1


1
Ya no queda más que padecer a Cristo pero a su
Madre si. En este tremendo drama de la Pasión de
Jesús, se nos presenta en escena un hombre bueno,
José de Arimatea. Los cuatro evangelistas harán
mención expresa de este discípulo oculto del
Maestro que, cuando todos han huído, demandará a
Pilatos el cuerpo de su Señor. Dice el Evangelio
de San Lucas Y habiéndolo descolgado(Lc 23,53).
Esto es lo que estamos contemplando Descolgado
un cuerpo muerto. El cadáver rígido de un Hombre
joven está sujeto a un palo en forma de Cruz con
tres clavos de hierro. Dos de los clavos
atraviesan los carpos (muñecas), por el
pequeñísimo espacio libre que existe entre el
conglomerado de huesecillos que forman el carpo,
por el espacio de Destor. El Crucificado
permaneció sólidamente sujeto a la Cruz sin
romperle ningún hueso. El clavo penetró sin
notable dificultad por este espacio, pero el
dolor debió de ser espantoso, excruciante, porque
por este espacio de Destor pasan todos los
nervios que van a la mano y la hacen sumamente
sensible. El llamado nervio mediano da tal
sensibilidad a la mano que al menor roce provoca
un dolor agudísimo.
Consumado está (Jn 19,30)
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2
El clavo que sujetó los pies del Crucificado al
palo vertical de la Cruz, atravesó el espacio
central entre los metatarsianos e hizo brotar una
abundante hemorragia y, como en las muñecas,
causó un destrozo de los nervios que sensibilizan
el pie, provocando un pavoroso dolor que iría
acompañado de calambres y contracciones
musculares que aumentarían el torturante
suplicio. En el mencionado cuadro contemplamos a
un Hombre con la carne rota, que ha sido,
efectivamente, descolgado de un madero. Todo, a
la vista de las pupilas de unos ojos saturados de
pena, los ojos de la Madre de este Crucificado,
que tendrá que oír de nuevo el chasquido del
hierro sobre el hierro para poder desclavar al
Hijo de sus entrañas y recibirlo en sus brazos y
besarlo y gemir derramando sobre el cadáver de
este fruto de su vientre las últimas lágrimas que
le quedan por llorar. Dios bajó del cielo y al
hacerse Hombre se nos dió a conocer como el Jesús
del Evangelio, el Hijo de María, el Hijo de esta
Mujer que gustará la Pasión de su Retoño hasta
agotar la mayor amargura posible en el Corazón de
una Madre.
Consumado está (Jn 19,30)
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La Madre de Jesús, la Madre mía, en el transcurso
de su diaria convivencia con el Hijo de sus
entrañas, en los íntimos momentos de trato entre
Madre e Hijo, sería advertida, por su propio
Jesús, de cómo acabaría la misión de ambos en
este mundo. La tristeza sería inevitable en el
Corazón de esta Madre, pero entre lo que ella
imaginara y la patética realidad de la tremenda
muerte de su Hijo, consumada ante sus aterradas
pupilas, hay un abismo de amargura y de pena que
no es posible describir para el entendimiento
humano. Dios, en su naturaleza de Hombre fue
muerto, con saña, a manos de su criatura. Padre
mío, qué misterio tan grande! Cómo puedo haber
costado tanto? En clave metafísica, cuando no se
tiene en cuenta las medidas de tiempo y espacio,
en un eterno presente, me viene a la mente la
opción definitiva que eligieron los primeros
seres creados. A Lucifer, el más bello de los
ángeles, como a todos los demás, se les dio a
conocer cual era la Voluntad del Padre Dios sobre
el Hijo Dios, este Dios que precisamente los
había creado. En este abstracto presente, los
ángeles tienen como una misteriosa experiencia
que les muestra la patética escena de la que
ahora los hombres hemos sido testigos.
Consumado está (Jn 19,30)
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San Pablo dirá a los filipenses Cristo,
subsistiendo en la forma de Dios, no consideró
como una presa arrebatada el ser al igual de
Dios, antes se anonadó a sí mismo, tomando forma
de esclavo, hecho a semejanza de los hombres y
en su condición exterior, presentándose como
hombre, se abatió a sí mismo, hecho obediente
hasta la muerte, y muerte de cruz. (Flp 2,6-8).
Ante el drama sobrecogedor, de este Joven que
gusta la muerte en su más cruel manifestación,
que los ángeles y los hombres contemplamos, como
un despojo humano, en los brazos de una Mujer, en
los brazos de una Madre que agota la amargura en
su más hondo significado, se nos requiere una
elección que se consuma con soberana libertad,
comprometiéndonos con las consecuencias de la
alternativa elegida. Lucifer y un incontable
número de ángeles, ante este inaudito
anonadamiento del Hijo de Dios, se aturde
admirado de tanto amor al hombre, no puede
soportarlo y en consecuencia, toma la libérrima
decisión de no servir a este Hijo del hombre
aunque le reconozca Hijo de Dios, aunque le
reconozca Creador de su propio ser.
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Lucifer y los ángeles que le siguen, pronunciarán
el non serviam como determinante expresión de
una irreversible decisión rebelarse contra su
Dios, contra su Creador. En este acto de lexa
majestad se genera el Infierno como indefinido
lugar de desesperación y tormento eternos donde
vendrán a ubicarse, para siempre, estos espíritus
que no reconocieron al Hijo del hombre. En
celestial batalla, San Miguel (Quién como Dios?)
vencerá a Lucifer, que le plantó cara a su propio
Creador, y lo arrojará al Averno con un tercio de
todos los ángeles del Paraíso. El Verbo se hará
carne en las virginales y purísimas entrañas de
una Mujer de nuestra raza, María, y habitará
entre los hombres, a los cuales también nos
pondrá en situación de elegir nuestro propio y
último destino. Este Verbo encarnado, es la Luz
que ilumina a todos y cada uno de los hombres que
vienen a ser en este mundo. Esta Luz brilla en
las tinieblas y quien quiere, sale de las
tinieblas para recibir esta Luz y como
consecuencia obtener la potestad de ser hijo de
Dios. Ahora somos tú y yo, amiga mía, amigo mío,
quienes nos ponemos delante de este cuadro del
Descendimiento, que hemos analizado tratando de
meternos en el presente de esta sobrecogedora
escena.
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Hemos de elegir, como los ángeles eligieron. Con
independencia de la soberana elección que
hagamos, sabemos que el Crucificado que acaba de
ser descolgado de una Cruz de palo, es el Hijo de
Dios, el mismo Dios que gusta una muerte cruenta
en su naturaleza humana, estamos contemplando a
Jesucristo exánime, sin vida. Si no quiero creer,
de nada me servirá tener ciencia cierta de que
este Jesús resucitará dentro de tres días, si no
reconozco a mi Dios Crucificado en esta patética
escena, en este Joven muerto con infame muerte,
próximo a ser abrazado por su Madre, habré
escogido la misma opción que escogieron Lucifer y
sus ángeles. El hombre o la mujer que libremente
rechazan la Luz y la Verdad que se les muestra en
este acontecimiento, en definitiva, lo que tratan
es de ocultar sus obras, porque saben que no son
buenas y aún teniendo plena conciencia de la
maldad de sus actos, voluntariamente, persisten
en este trance y se niegan, con soberanía, a la
rectificación, articulan, implícitamente, un non
serviam que, inexorablemente, les conduce al
mismo lugar y destino de aquellos ángeles que por
primera vez lo pronunciaron. Allí los estaban
esperando.
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San Pablo, también dirá a los filipenses A su
vez Dios soberanamente le exaltó y le dio el
nombre que es sobre todo nombre, para que en el
nombre de Jesús se doble toda rodilla de los
seres celestes, y de los terrenales, y de los
infernales, y toda lengua confiese que Jesucristo
es Señor, llamado a compartir la gloria de Dios
Padre. (Flp 2,9-11)
Consumado está (Jn 19,30)
Rafael García Ramos
Ingeniero Técnico
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