Title: FAMILIA Y EDUCACI
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Familiaris consortio 36 La tarea educativa
tiene sus raíces en la vocación primordial de los
esposos a participar en la obra creadora de Dios
ellos, engen- drando en el amor y por amor una
nueva persona que tiene en sí la vocación al
crecimiento y al desarro- llo, asumen, por eso
mismo, la obligación de ayudarla eficazmente a
vivir una vida plenamente humana.
El hombre, desde su nacimiento, es un ser en
proceso de desarrollo, no sólo físico, sino
específicamente humano. Existe una
continuidad necesaria entre la transmisión de la
vida acorde con la dignidad de la persona, y la
responsabilidad educadora. La fecundidad del
amor conyugal no se reduce a la sola procreación,
sino que se extiende a los frutos de la vida
moral, espiritual y sobrenatural que los
padres transmiten a sus hijos por medio de la
educación.
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Como consecuencia directa de la vinculación entre
comunidad conyugal, procreación y educación, los
padres son por naturale- za los primeros y
principales educadores de sus hijos su papel
es tan importante que, si falta, difícilmente
puede suplirse.
Características del derecho-deber educa- tivo de
los padres 1) es esencial (vincu- lado
radicalmente con la transmisión de la vida) 2)
original y primario (los de- más educadores
siempre tienen un papel derivado y secundario)
3) insustituible e inalienable (la relación de
amor entre padres e hijos es única, y constituye
el alma del proceso educativo).
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El derecho y deber educativo reside en los padres
precisamente en cuanto matrimonio. Por el vínculo
conyugal, cada esposo se hace copartícipe y
coposesor del otro en todos sus aspectos
conyugales. Por tanto cada uno de ellos participa
solidariamente de la paterni- dad o maternidad
del otro.
Puesto que la educación es continuación necesaria
de la paterni- dad y maternidad humanas, esa
solidaridad y participación común establecida
entre los esposos se extiende a la misión
educativa.
Es deber de los padres crear un ambiente
de familia animado por el amor, por la
piedad hacia Dios y hacia los hombres, que
favorez- ca la educación íntegra, personal y
social de los hijos (Gravissimum educationis 3).
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El hogar familiar, la comunión de personas que
nace como desarrollo natural del amor de los
esposos, es el ambiente adecuado para la
educación humana y cristiana de los hijos. En el
hogar, los hijos se incorporan también a la
misión educativa de la comunidad familiar,
contribuyendo por su parte al creci- miento
humano y cristiano de sus padres.
Mediante el amor, el respeto, la obediencia a los
padres, los hijos aportan su específica e
insustituible contribución a la edificación de
una familia auténticamente humana y cristiana.
Los ancianos forman también parte de la familia,
en la que distin- tas generaciones coinciden y se
ayudan mutuamente a lograr una mayor sabiduría
(Gaudium et spes 52).
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La tarea educativa varía en sus formas y en
sus contenidos a medida que los hijos van
creciendo. Pero, incluso cuando la misión
educativa de los padres cesa como responsabilidad
directa con la emancipación de los hijos,
permanece siempre de algún modo su función de
consejo y de ayuda -especialmente con la
oración-, siempre respe- tando la autonomía de
los hijos y sus familias.
La formación en el hogar se basa más en el
ejemplo y en el clima de la vida familiar que en
enseñanzas formales o en la mera indicación de
normas. Sin embargo, en la tarea educativa es
preciso contar con la debilidad propia y ajena.
No hay nada tan formativo como recono- cer los
propios errores y defectos, pedir perdón y
perdonar pronta- mente, y ayudarse mutuamente,
con comprensión, a enmendarse.
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Aspectos fundamentales de la educación familiar
debe orientarse especialmente a la formación para
la libertad, a la formación para el amor y a la
formación en la fe.
Formación para la libertad
La libertad no consiste en la simple posibilidad
de elegir arbitraria- mente, sino en la capacidad
de ser dueño de sí y gobernarse a sí mismo para
dirigirse al bien verdadero.
Para el recto uso de la libertad se necesita un
apren- dizaje de las virtudes La familia es un
lugar apro- piado para la educación de las
virtudes. Esta requie- re el aprendizaje de la
abnegación, de un sano juicio, del dominio de sí,
condiciones de toda libertad ver- dadera (CCE
2223). Educación para ejercer la li- bertad sin
dejarse arrastrar por el ambiente adverso.
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Formación para el amor
La familia encierra en sí la capacidad de
transmitir, por experiencia, el verdadero
significado del amor, frente a sus imágenes
deformadas.
El don de sí, que inspira el amor mutuo de los
esposos, se pone como modelo y norma del don de
sí que debe haber en las rela- ciones entre
hermanos y hermanas.
Tiene especial importancia la educación en la
vir- tud de la castidad, sin la cual se deteriora
grave- mente la capacidad de amar rectamente y
una delicada y clara educación sexual, que es
siempre responsabilidad primaria e irrenunciable
de los padres.
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Formación en la fe
La estructura íntima de la persona está
determina- da por su vocación fundamental al
amor, que al- canza su pleno significado en la
llamada a com- partir, ya en la tierra y por toda
la eternidad, la vida misma de Dios.
Por esto hay que subrayar la necesidad específica
de la educación cristiana, que no persigue sólo
la madurez humana, sino sobre todo que los
bautizados se hagan más conscientes cada día del
don de la fe que han recibido, aprendan a tratar
a Dios como hijos y se em- peñen personalmente en
buscar la santidad, que es la plena madu- rez
cristiana. Los padres son los primeros
evangelizadores.